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Campo DCValorLengua/Idioma
dc.contributor.authorEscuela Politécnica Nacional-
dc.date.accessioned2010-07-12T15:45:40Z-
dc.date.available2010-07-12T15:45:40Z-
dc.date.issued2008-03-
dc.identifier.urihttp://bibdigital.epn.edu.ec/handle/15000/2264-
dc.description.abstractDesde la condensación primera de las universidades, el título que en ella se otorgaba tuvo la connotación de un permiso, una licencia para enseñar. Ya quienes egresaban en esos tiempos se los llamaba, indistintamente, “doctores” o “maestros” : vocativos sociales acostumbrados para referirse a quienes cumplido el preámbulo de las ‘artes liberales’, tuvieron merecido el carácter de teólogos para el servicio de la fe; de juristas para el servicio de la justicia, y de médicos para el servicio de la salud. Cuando nacen las universidades en los siglos XII y XIII, está presente la idea de educar en lo superior, para lo superior y en lo superior. En Bolonia fue más frecuente llamarlos “doctores” y en París, “maestros”. “Doctores” —del verbo latino “doceo”, enseñar— lo eran porque sabían y porque sabían enseñar: “Tu es doctor quia doctus es” —Tu eres doctor porque eres docto. Y si “Magistri” -de la raíz “mag”- porque el saber y la sabiduría los habían hecho “más” y porque los habían engrandecido. Este anhelo por las altas metas se mantiene y se prolonga en varias de las proyecciones educativas de filósofos y educadores que dieron origen a los así llamados “modos de ser” o modelos de la educación y de la universidad. Los estados modernos, cobran acrecentada consciencia de la importancia de la educación para el desarrollo del ser humano y de la sociedad. Así lo develan tres estilos pedagógicos universitarios muy característicos en donde el maestro, si no el único, sí es fundamental protagonista: la cátedra magistral, dominante en la didáctica francesa; la tutoría personal tan propia del acercamiento educativo británico y, en Alemania, el seminario docente e investigativo donde se integran la investigación y la docencia. En la Universidad y en el encuentro universitario de los seminarios, dirá Guillermo de Humboldt: “El maestro no está para el discípulo; tampoco el discípulo para el maestro. Ambos están para la ciencia”. En toda educación en lo superior y para lo superior es imprescindible la presencia del maestro, cuya figura obtiene derecho de asilo permanente en la memoria del discípulo. Padre y madre generan el ser físico; el maestro acrecienta las herencias espirituales, intelectuales y físicas. Nadie nace del todo. El nacimiento natural es ingreso a la vida; la educación continúa el trayecto hacia la eternidad; y el maestro, aunque desaparecido, es siempre guía del espíritu. Hay profesores y hay maestros. Muchos conocimos de los primeros: diáfanos; de explicaciones limpias; puntuales; hacendosos; comprensivos; exigentes y justos. De entre ellos, uno, algunos quizás, descollaron en jerarquía espiritual indefinible. Nos dieron, a más de su saber, la plenitud de su ser. Su recuerdo siembra huellas imborrables.es_EC
dc.language.isospaes_EC
dc.publisherEscuela Politécnica Nacionales_EC
dc.rightsopenAccess-
dc.rights.urihttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/-
dc.subject# De Profesores y Maestroses_EC
dc.subject# Comisión de Ciencia y Tecnología elaboró propuesta para Asambleaes_EC
dc.subject# Autoevaluación con fines de mejoramiento en la EPNes_EC
dc.titleInformativo Politécnico - N°35 - Marzoes_EC
dc.typeBoletines_EC
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